Kinesiólogo del Hospital de Urgencia Asistencia Pública atiende a sobrevivientes de catástrofe en Perú
El kinesiólogo chileno Emilio González Silva ha sido uno de los protagonistas inesperados en medio de la tragedia que azotó Lima el pasado 23 de enero, al entrar en combustión miles de litros de gas licuado de petróleo en un barrio de esa ciudad.
Con más de 7 años en atención directa al paciente gran quemado en el Hospital de Urgencia Asistencia Pública (HUAP), parte de la red de atención del SSMC, Emilio González es además presidente de la Sociedad Chilena de Kinesiología en Quemados y Cirugía Plástica Reconstructiva, Como tal, fue invitado a intervenir en el tratamiento de los sobrevivientes de uno de los accidentes más graves que ha enfrentado la capital peruana en los últimos años y que dejó un saldo de 27 muertos y 50 heridos graves, con grandes porcentajes de sus cuerpos quemados.
El jueves 23 de enero, cerca de las 7 de la mañana, un camión cisterna que trasladaba gas licuado de petróleo explotó y causó un incendio en el distrito de Villa El Salvador, uno de los 43 distritos que conforman la provincia de Lima.
Emilio relata que al llegar a Lima el domingo 2 de febrero se encontró con una catástrofe que todavía estaba en desarrollo y con familias repartidas en diferentes centros. “Una misma familia tenía a sus padres en un hospital y a un hijo fallecido en un centro, una conmoción a nivel nacional”, indicó.
Su labor consistió en apoyar, desde el punto de vista de la kinesiología y de la ciencia de la rehabilitación, una intervención que se recomienda desde el primer momento en grandes quemados. Emilio explica que la evidencia y la literatura científica indican “que los cuidados respiratorios tiene que ser continuos 24/7 y que el manejo kinésico neuro músculo esquelético, que tiene que ver con el posicionamiento, las elongaciones y todo lo que hacemos acá en la Posta, tiene que ser desde el momento cero.”
Acerca de cómo se cubrió en la ciudad la necesidad del paciente gran quemado, para recibir cuidados kinésicos desde el primer momento, relata que en Perú “estaban llegando muy tardíos o no estaban llegando. Uno de los motivos puede ser el desconocimiento, otro puede ser la falta de experiencia con quemados tan graves y esta catástrofe permitió que nos enfrentáramos a una situación donde se dieron cuenta de que sí era posible y que era seguro.”
En su paso por siete hospitales de Lima, algunos de los cuales necesitaron más de una visita, trabajó en forma directa con los equipos clínicos. “También se realizaron actividades formativas con los colegas de todo el hospital en donde yo les podía presentar a los fisiatras. Creo que en la visita llegué por lo menos a unas 200 personas y aparte el día jueves, el penúltimo día antes de venirme, hicimos un simposio.”
Según el kinesiólogo, los equipos clínicos peruanos recibieron este enfoque en el tratamiento del gran quemado en forma “amable y cariñosa”. Emilio concluye que esta cercanía se debió a que “intenté hacerles ver que yo al ir de Chile no venía de un hospital lujoso o nuevo, sino que venía un hospital que tenía cierta historia, cierta antigüedad, más de cien años, y que nosotros aun así intentábamos hacer el abordaje de la rehabilitación desde temprano.”